(adaptación del texto previo de la hermana María Jesús Tirado, compañera de Rosa en algunos destinos)
Rosa Saumell conoció la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús leyendo un artículo de la revista 'El Siglo de las Misiones'. Entonces llamó por teléfono a la Superiora General, Pilar Navarro, solicitando ingresar en ella.
Durante esta etapa en el Napi, hay que destacar también su investigación sobre la llegada de los amos españoles y sus esclavos a aquellos ríos. Aprovechó los viajes (relacionados con su labor educativa), que tuvo que hacer a Popayán (capital del departamento del Cauca), para investigar sobre la fundación de las veredas del Napi.
Charambirá
En 1977 Rosa y la hermana Rosario Gómez mostraron su deseo de tener una vivencia misionera algo diferente, con un estilo más austero, de mayor inserción y dejando también espacios para la contemplación y la soledad. Así se inició la experiencia en la vereda de Charambirá (Departamento del Chocó). El grupo humano eran negros menos marcados por la esclavitud, mulatos, mestizos y algunos blancos. Allí, el río San Juan llega formando una amplia bahía, donde descargaban los barcos con alimentos. También lo frecuentaban madereros, que llegaban a los aserríos en busca de material. La experiencia no fue satisfactoria por distintas causas, y se abandonó para salir al paso de otras necesidades misioneras.
Pichimá
El 1979, Rosa se incorpora a la comunidad misionera que acompañaba a los indígenas Waunan, en Rio Pichimá (Chocó), pero no permaneció sino medio año (regresó más tarde).
Durante esta etapa, en agosto le pidieron un servicio temporal para colaborar en el proyecto de Comedores que estaba en marcha a lo largo del río Guapi.
Guapi
Después del inicio por parte de la Compañía de la misión de Callelarga, se hizo otra en Guapi (llamado así por estar a la orilla del río del mismo nombre). Desde ahí, Rosa, junto con otras hermanas, a lo largo del río Guapi visitaba y acompañaba las distintas comunidades negras, muy pobres, entregándoles unas ayudas de alimentación que donaban a la Compañía un grupo de católicos alemanes, para tratar de evitar la anemia de los niños escolarizados. Aquella labor ayudaba a conocer la realidad de los pueblitos, facilitaba el conocimiento de sus familias, y permitía llevar a cabo con ellas algunas actividades; se les daba alguna formación que redundaba en beneficio de sus hijos, y se capacitaba al equipo de madres responsables de la elaboración de los alimentos.
Orpúa
Al año siguiente Rosa fue destinada al Chocó, a la vereda de Orpúa, en el río Bajo Baudó, casi en la salida al mar, cerca de la bocana del Venado. Allí volvió a prestar el servicio de salud en el Dispensario por espacio de dos años.
Otras responsabilidades
Ejerció de Consejera Regional de la Compañía desde 1979 hasta 1981. Durante esta etapa hizo de comodín ante las necesidades de las distintas misiones de la Compañía en Colombia.
El 1982 fue nombrada superiora regional. Durante cuatro años su tarea consistió, además de las propias del cargo, en llevar a cabo visitas a las distintas comunidades de la Compañía en la zona: Docordó, Rio Pichimá, Orpúa, Guapi, Callelarga y Buenaventura.
Santa María de Condoto
Terminado su tiempo de servicio en el Gobierno regional, surgió en las hermanas Rosa y Rosario Gómez la inquietud de intentar de nuevo la experiencia que no resulto positiva en Charambirá.
Se les concede el permiso y, iniciado el 1986, salen para Santa María de Condoto, de difícil acceso (en el Alto Baudó), perteneciente al Vicariato de Istmina (Chocó). Sus habitantes son indígenas de la etnia embera, considerados también indios chocoes. La experiencia es apenas evaluable por el poco tiempo que duró, dado que el padre de la hermana Rosario enfermó gravemente y debió regresar a España para atenderlo. No habiendo disponible otra misionera que pudiera reemplazarla, se tuvo que cerrar la misión.
Pichimá (2)
El 1987 Rosa regresa a Rio Pichimá con los indígenas waunan. Se ocupa del dispensario, y su tarea no es fácil porque la atención médica a los enfermos es dificultada por la intromisión del chamán o brujo del poblado, respetado por la comunidad. A pesar de ello, las hermanas consiguen una relación cercana y afectiva con toda la comunidad.
Rosa estudia la lengua de los waunan y se va defendiendo; además, sobre todo los hombres, conocen bastante el español. Las hermanas participan en las reuniones de toda la comunidad, y acompañan el proyecto de artesanías iniciado.
El ambiente es tranquilo, los waunan (o cholos), son muy familiares y con mucho sentido del humor. Comparten con las hermanas lo que cazan como si fuesen de su familia, el pescadito que cogen o los bananos de sus fincas. De forma cotidiana, se va sembrando el Evangelio, con gestos sencillos de cercanía y cariño.
Guapi (2)
Años 90, Guapi. Rosa forma parte del grupo de asesores del Obispo, el cual deposita mucha confianza en ella y valora su acción pastoral. Poco a poco va conociendo la localidad (que va creciendo) y sus situaciones. Se va involucrando en los distintos aspectos de la pastoral familiar y social. También participa en el banco de alimentos.
Durante esta etapa denunció las situaciones de injusticia que se estaban dando respecto al trato y remuneración de las empleadas de hogar, pero no se logró nada porque en aquel momento no había otras opciones de trabajo para las mujeres.
Tenía también otras ocupaciones, entre ellas iniciar los trámites para la construcción de la nueva casa de la comunidad (de material), pues la de madera se estaba cayendo. Colaboró en aquel proceso que entonces dirigía otra hermana.
En 1999 la Compañía estudia la posibilidad de abrir una nueva comunidad en Cuba, en la diócesis de Cienfuegos, a la cual irían Rosa con otras dos hermanas. Al final, al denegar el gobierno cubano los visados necesarios, hubo que renunciar al proyecto.
Trabajo de documentación
A lo largo de los años, Rosa pidió la colaboración de varias hermanas para documentar y dejar constancia del proceso y fundación de cada una de las misiones de la Compañía en Colombia: Medellín, Docordó, Pichimá, Callelarga, Guapi, Orpúa y Buenaventura. La documentación abarca desde el 1964 al 1973, y esta labor de Rosa fue muy valorada y agradecida por la Compañía.
Medellín
Durante sus vacaciones a finales de 2004 en Medellín, le proponen que reemplace a la enfermera de la comunidad, que llevaba ya 10 años en ese servicio. En Medellín hay cuatro hermanas mayores que necesitan un cuidado especial. A Rosa le costó abandonar Guapi, a causa de su enraizamiento allí, pero aceptó el cambio.
Hasta el año 2015 realizó este servicio asistencial con la ayuda de una empleada externa. A partir de entonces, otra hermana la apoyó en esta tarea. Mentalmente tenía todavía toda la capacidad, era fuerte y nunca se quejaba, pero se veía que empezaba a caminar con mayor lentitud.
El reconocimiento a su labor
Durante todos los años de dedicación a la Compañía Misionera, en los distintos destinos en los que Rosa ha estado y entre las distintas comunidades con las que ha convivido (leprosos en la india, escolares en Snyder, buscadores de oro descendientes de esclavos en las veredas, indios nativos, etc.), Rosa siempre se ha hecho querer, y su labor apostólica, educativa, sanitaria y de promoción social con estos colectivos siempre ha sido altamente valorada. Rosa siempre ha dejado una huella de afecto y eficacia por allí por donde ha pasado.
Problemas de salud
Ya avanzado 2017 se dejó acompañar a una cita con un neurólogo. El doctor no dio importancia a los mareos que ella expresaba, y ella tampoco. En otra ocasión comentó que, cuando se levantaba, sentía una especie de vértigo, con la impresión de que se iba a caer. A partir de ese momento, por determinación de la Superiora, dejó sus obligaciones relacionadas con la salud de las hermanas, y no se le permitía salir sola, por el temor de que pudiera caer. No obstante, mantenía su vida autónoma.
El 31 de julio de 2018, Rosa se levantó decaída, caminaba apoyándose en las paredes, casi no hablaba y estaba desorientada. Le diagnostican diabetes, hipertensión e isquemia cerebral. Fue hospitalizada. Manifestó desorientación, amnesia y un comportamiento raro. Se mencionó un inicio de demencia senil. Posteriormente se descartó la isquemia, y se atribuyó lo ocurrido a un infarto cerebral. Con el tiempo, la diabetes pudo ser controlada, y con tratamiento oral era suficiente.
El 19 de julio de 2019, Rosa, en contra de las indicaciones, se escapó sola. Al poco rato la trajeron unos vecinos, se había caído. El resultado fue fractura de pelvis derecha y cisuras en hombro y codo del mismo lado. El trastorno de la caída, la cirugía y la hospitalización le afectaron mucho, tanto a nivel físico como psicológico; síntomas de depresión, dejó de hablar. La total dependencia y quietud le costaban. Aceptaba las terapias sólo con la esperanza de volver a salir a pasear, pero no se quejaba nunca. Con el tiempo su ánimo mejoró, y no tardó en recuperar el movimiento del brazo, y también la marcha, aunque caminaba muy lentamente y con ayuda.
2021. Sin cambios relevantes, nunca se quejaba, los escasos resfriados los superaba enseguida, solo de vez en cuando se la notaba algo deshidratada.
2022. Tras empeorar repentinamente el 16 de enero, murió el 17.